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La Junta para la ampliación de estudios e investigaciones científicas (la JAE), fundada en 1907 (la estadounidense National Science Fundation, NSF, en 1950) y presidida por Santiago Ramón y Cajal para promover la investigación y educación científica, consiguió que la ciencia y las humanidades españolas tuvieran reconocimiento internacional. En 1910 fundó la Residencia de Estudiantes, uno de los centros más productivos de intercambio científico y artístico de la Europa de entreguerras. Entre sus residentes, García Lorca, Dalí, Buñuel y Severo Ochoa; entre sus vistantes, Einstein, Paul Valéry o Marie Curie. Pero el espíritu de la JAE no gustaba a los que apoyaron el golpe de Estado del 36, y fue desmantelada en 1939 tras la derrota republicana en la Guerra Civil. Franco creó, a partir de su estructura, el CSIC, pero su espíritu era diferente, incluso antagónico, y su función no fue desarrollar la ciencia. "Liquidamos, por tanto, en esta hora, todas las herejías científicas que secaron y agostaron los cauces de nuestra genialidad nacional y nos sumieron en la atonía y la decadencia. Nuestra ciencia actual, en conexión con la que en los siglos pasados nos definió como nación y como imperio, quiere ser ante todo católica" decía su fundador, José Ibáñez Martín. El CSIC fue heredero material de la JAE, pero no intelectual. A Sísifo se le escapa la piedra por primera vez.
El cambio ministerial en los sesenta y el abandono del modelo autárquico supusieron un leve repunte, pero la ciencia siguió estancada durante el resto de la dictadura. Sin embargo, el CSIC y la Residencia de Estudiantes contribuyeron a articular el espíritu de la Transición, identificándose más con la JAE de Ramón y Cajal que con el CSIC de Ibáñez Martín. El CSIC es ahora una agencia estatal que investiga en beneficio del progreso científico y tecnológico, abierta a colaboraciones españolas y extranjeras. Es la mayor institución pública de investigación en España (séptima del mundo) y, junto al resto de las OPI (Organismo Público de Investigación) y universidades, mantiene la investigación española entre las diez mejores del mundo. Hasta 2008 la inversión en I+D fue aumentando progresivamente, invirtiéndose la tendencia a partir de entonces. Cambios de competencias de los ministerios de ciencia, incluso su desaparición durante 2011-2018, muestran el desisterés por considerar la ciencia pieza fundamental del desarrollo social y económico, y dejaron la inversión muy lejos del pretendido 2% para 2020. A Sísifo se le escapa otra vez.
Tenemos de nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación, con un ministro sin militancia política previa y con formación y carrera científica, que ha llevado a consulta popular la nueva Ley de Ciencia, promueve una carrera investigadora estable (o así lo anuncia; hablaremos de ello), agilizará la burocracia, y que pretende conseguir el objetivo europeo del 3% en inversión en I+D para el 2030. Espejismo o no, parece que Sísifo a comenzado a empujar la piedra de nuevo. ¿Volverá a caer?
Imagen de cabecera: "Sísifo", de José de Ribera (fuente: Wikipedia Commons).
Lectura recomendada:
"40 años en búsqueda de equilibrio, y el mito de Sísifo". Emilio Muñoz. El País (2015).
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